DOMINGO CULTURAL -LA ENSEÑANZA DE UN MAESTRO -
Prensa El Imparcial de Apure.-
Por Aljer Chino Ereú
Guasdualito, estado Apure.
LA ENSEÑANZA DE UN MAESTRO
(En tu cumpleaños viejo querido)
Aljer Chino Ereú
El Padre:
Hijo,
si lo que no es vida
me separa de ti,
abrázame con los recuerdos
de lo que en vida fui.
El Hijo:
Padre,
si lo que no es vida
te lleva de mí,
te abrazaré con el alma
y sentiré que estas aquí.
Introito.-
Maestro del latín “magister” o docente derivado de “docens”, poseedor de la ciencia y el arte de la sabiduría y la enseñanza. Que con firmeza y templanza moldeas el futuro de tus hijos, porque eso son: hijos, los niños y niñas que van a encontrarte en el aula, hombres y mujeres, ciudadanos dignos del mañana.
Reconocimiento espontáneo a todos aquellos educadores que sin dejarse arrastrar por obstáculos, egos inservibles ni complejidades, han dejado y dejan trillas con sus actos y palabras en las generaciones actuales y venideras.
Puede resultar en parte fácil escribir sobre algún personaje histórico, encontrándose las fuentes de información compiladas en la fuente oral y en los antecedentes bibliográficos, pero cuando se trata de cifrar sobre alguien muy cercano, sea familiar o alguna amistad próxima, puede existir el riesgo que lo escrito sea influenciado por lo emotivo en forma directa e inmediata. Ante esto, puede ocurrir que se soslayen aspectos importantes de la persona creándose un intersticio o digresión, lo que no es el fin ni el propósito deseado. De antemano se pide disculpa por el atrevimiento de aprovechar este espacio comunicacional para la publicación de una anécdota sobre alguien muy cercano al autor de estas sencillas líneas, siendo el refererido: el maestro jubilado Alcides Argenis Ereú, del cual pudiera escribir tantas anécdotas grabadas en mis archivos mentales, sin embargo, será un buen dia y con más calma la acción de estamparlas no en una obra literaria pero, si en una sencilla publicación sobre un hombre al que los intríngulis de la vida no hicieron mella para dejar una huella digna a seguir a sus descendientes.
Para ti viejo, pido a Dios en su providencial divinidad que te colme de vida para que tus ojos ya humedecidos por los inviernos añiles continúen en viso observando en la distancia lo que fuiste, lo que eres y serás.
La Vivencia.-
El protagonista principal de esta sencilla y coloquial relafica es Alcides Argenis Ereú, maestro rural ya jubilado, con más de 30 años al servicio del país en el área educativa. Nacido en una zona rural adyacente a la ciudad de Guasdualito (Apure) exactamente en un vecindario ya desaparecido y recordado como Valentín (cercanías al Hato Santa Elisa). Este personaje ante las vicisitudes propias del entorno campestre se inicia como autodidacta, esto en vista de la ausencia de escuelas en zonas rurales para la época (años 50 y 60). Obteniendo empíricamente sus primeros conocimientos improvisa un aula y, se atrinchera en sabana abierta a multiplicar lo aprendido a sus familiares y amigos. Posteriormente ya con la titularidad del cargo de maestro estadal recorre buena parte del Alto Apure, sembrando no solo nociones básicas sino solidos principios ciudadanos y moralidad, aspectos estos, difundidos y abonados en las mentes de quienes tuvieron la oportunidad de ser sus discentes. Muchos de ellos ya desarrollados como personas y profesionales estimables le han hecho sentir sus verdaderos aprecios en visitas y emotivas palabras, agradeciéndole la dedicación puesta en los lejanos días escolares.
Año 1981. Para ese año quien estas líneas escribe cursaba el tercer grado de educación primaria en un conocido centro educativo local. El Guasdualito de ese entonces ya empezaba a digerir su nueva morfología urbana, impulsada la misma por la inmigración descontrolada y la ausencia de una planificación adecuada que al menos regulara las pautas del crecimiento poblacional, así como lo referente a los espacios aptos para la habitabilidad de seres humanos. Años aquellos en los que aún funcionaban el recordado Cine de Carranza, Restaurant Italia, La Estrella Roja, El Baratillo, Bodega Sol y Sombra, Hotel La Garza (hoy PDVSA), entre otros comercios y hostales que empezaban a extinguirse; e igualmente recordada esa década por algunos sucesos que conmocionaron a la incipiente ciudad, como la explosión de la estación de servicio de El Gamero, propiedad del señor Pinilla. La diversión de muchos jóvenes de esa generación eran los famosos y recordados carros de Carlos Martínez (a) Pata e´ Palo, innovador mecánico de bicicletas que causaría una gran revuelo por lo original y llamativo de sus invenciones; la de los aficionados a la hípica era el sellado del 5 y 6 de don Dimas Cañas. Aún en los 80’s existían las pulperías de Casimiro, Cermeño y Orduz, viejos pulperos, que hasta el final de sus días fueron constantes en sus labores comerciales, de sol a sol sus horarios. Otros tiempos y otros personajes.
Volviendo al implícito principal. Ser hijo de un maestro de escuela puede resultar para un niño 8 años una ventaja, pero a la vez una exigencia adicional en lo que respecta al aprendizaje. Siendo el caso, las primeras nociones son recibidas en el hogar, guiado siempre por el faro orientador y brazo alentador del tutor familiar. En cierta ocasión al efectuarse la entrega de boletines, los aspectos cualitativos y cuantitativos del rendimiento escolar de este redactor eran en varias materias sobresalientes. No obstante, como la perfección no existe en la dimensión tangible, en una de las temáticas la apreciación fue distinguida. Para la época en la estructura o diseño de los boletines existía un espacio destinado a la observación de los padres y representantes. La observación escrita por el maestro rural (glosando) fue: “Profesora, la felicito por colaborar con la instrucción y el rendimiento de mi representado, agradeciéndole mayor énfasis en la materia donde presenta debilidad. Tal vez en la comprensión del escrito hubo -en mi opinión particular- una mala interpretación de parte de la institutriz, de quien omito el nombre por razones de aprecio y respeto. Lo cierto fue que al día siguiente se exigió la presencia del representante. Lo ocurrido posteriormente quedo grabado en la decoración mental del entonces niño. En presencia de la directora del plantel la profesora hacia alardes de su intelectualidad adquirida en una universidad foránea (antes y para esos años no existía alguna institución de educación superior en Guasdualito). Parafraseando su palabras, profirió lo siguiente: “Señor, si sabe tanto enséñelo usted, y si sabe tanto que hace en una escuela rural con monte, vacas y culebras”.
Terminada la intervención de la docente del centro educacional, el maestro rural dando muestras de su sapiencia, humildad, empirismo y respeto, expresó en palabras más y palabras menos: “Respetada profesora y estimada directora: Con todo claridad me permito decirles que en la observación escrita por mí no hubo ninguna intención de ofensas y menos de irrespeto. En cuanto a lo otro, que estoy en el monte con vacas y culebras, en eso se equivoca, estoy en aquella escuela con niños campesinos que tal vez no tendrán las comodidades que tienen estos alumnos, pero lo que sí tienen son unas inmensas ganas de aprender y ser útiles en la vida, y yo prefiero estar allí con ellos porque siento que mi labor en el campo resulta más meritoria y gratificante. Continuó: también he podido desempeñarme en el área urbana, incluso en esta sede educativa, en donde su directora en cierta oportunidad ofreció contratarme, cosa que rechace motivado al apego hacia mi labor en el monte con niños, vacas y culebras”.
Intervino la directora, hubo conciliación y hubo lágrimas espontaneas y francas de parte de mi recordada preceptora. Luego, al salir del centro educativo, agarrado de la mano del maestro rural: iba con destino a su hogar un imberbe orgulloso de su padre, repitiéndose en su ingenua mente: Ganamos padre, que grande eres, ganamos. Con el correr de los años esta anécdota la he mantenido presente como una enseñanza de humildad edificante. Tiempo después pasaría por mis manos un poemario del poeta y tío Eulises Duran, titulado Desde La Tierra de Dilatados Horizonte, en él, está incluido un hermoso poema del cual recuerdo una de sus primeras partes:
Maestro de la tierra mía,
escultor de la esperanza,
que vas puliendo el perfil
de los hombres del mañana,
yo te vi solo en mi llano
atrincherado en una aula,
como Páez en el Apure
librando cruenta campaña.
Con la tiza cual montura
por tu mano jineteada,
en el valle verde claro
del campo de la pizarra,
sembrando moral y luces
con abnegación del alma…
y le agregaría:
y gritando como Páez:
mis alumnos vuelvan caras…
FOTO 1.- Año 1971. Escuela rural de Caño Amarillo, selva de San Camilo. Al fondo a la izquierda el maestro rural Alcides Ereú, junto a su grupo de alumnos.
FOTO 2.- Año 1968. A la derecha el maestro rural Alcides Ereú junto a una familia iniciando informalmente sus labores educativas.