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DOMINGO CULTURAL.- El temblor de 1954 en Guasdualito

Prensa El Imparcial de Apure.-

Por: Aljer “Chino” Ereú

Email: chinoereu@yahoo.es

El temblor de 1954 en Guasdualito

(Un susto para recordar)


En la década del 50 de la centuria pretérita varios fueron los acontecimientos que impactaron a nivel global, nacional y local. A escala general luego del conflicto bélico conocido como la II Guerra Mundial (1939-1945), el preludio de los llamados años felices desentonaría con el terremoto ocurrido el 29 de marzo de 1954, ante el empuje de la placa africana con la europea. En ese orden, la aparición del Huracán Alice asolaría buena parte del norte de México y el sur del estado de Texas (USA) en junio de ese año, con un saldo considerable de fallecidos e incuantificables daños, hechos que sin duda alguna irrumpirían de forma abrupta el orden y acontecer del planeta.


Mientras, en nuestro país, con mano firme el militar tachirense Marcos Evangelista Pérez Jiménez (1914-2001), investido como presidente de la república, regia los destinos de la nación más rica del continente. En el ámbito político-administrativo regional para 1954 en la capital del llano apureño (San Fernando), el doctor y prominente ciudadano Edgar Domínguez Michellangeli (consanguíneo directo del escritor guasdualitense Juan Félix) se desempeñaba con eficiencia como gobernador del estado Apure, y en referencia a Periquera, en las primicias de aquella década, la representación pública estaba a cargo de don Francisco Antonio Padilla, ejercitado en el cargo de prefecto municipal, gestión que estuvo enmarcada en brindarle un nuevo rostro al Guasdualito añejo.


Una breve descripción del Guasdualito a inicios de los años 50, nos muestra a un poblado venido de una aldea campestre, donde los muy vivos recuerdos de las revueltas antigomecistas eran caldo de anécdotas folklóricas, sediciones encabezadas por así decirlo: por soñadores y aventureros, los cuales sucumbieron o se diseminaron en diáspora ante la férrea y determinante acción del Benemérito Juan Vicente Gómez. El cenagoso villorrio alto apureño, en recuperación de estigiosas calamidades (guerras civiles, epidemias e incendio catastrófico a finales de los años 40) se ceñía a pesar de las dificultades a las hendeduras y superbas aguas del lioso río Sarare. En el pequeño poblado la cotidianidad rara vez sufría sobresaltos, salvo que otro acontecimiento. Calles polvorientas y enlosadas que aprisionaban morriñas de tiempos idos, eran un signo civilizador, al igual que la llegada del servicio eléctrico y servicios comunicacionales, dirigidos por visionarios que hicieron del ave fénix apureño su pueblo. Casas de bahareque con techos de palmas, una iglesia con su párroco y fieles, una prefectura, contadas escuelas, un viejo puerto que anhelaba el recaleo de los steam boats, el encajonamiento de la calle Sucre para los toros coleados, la subida a la montaña de San Camilo por expertos arreradores y baquianos, era la síntesis fenotípica de un pueblo no imaginario como Aracata Macondo, sino un Macondo en construcción, incluyendo a sus Buendías, a su padre Nicanor y a las tribus de Melquiades, aludiendo al contexto literario de la obra Cien Años de Soledad, del colombiano Gabriel García Márquez (n1927 +2014).


En las analectas históricas de Guasdualito un inesperado suceso en la década en mención y, casi olvidado, fue el fuerte temblor ocurrido el 17 de septiembre de 1954, cuyo epicentro tendría lugar en la ciudad de Cúcuta (Col) municipio colombiano, capital del departamento del Norte de Santander. La severidad de la sacudida alcanzaría la magnitud de 5 en la escala de Richter, catalogado como un sismo significativo con daño probable. Las sacudidas telúricas y sus réplicas se sentirían en forma acuciante en San Cristóbal (Tac), El Nula, La Victoria, Arauquita y Guasdualito. En la capital del municipio Páez a pesar del considerable apartamiento los daños fueron considerables, debido a la precariedad en las construcciones frágiles de las viviendas (la mayoría de fajinas) las cuales se verían seriamente afectadas con grietas y, en no pocos casos con derrumbes. A pesar de ser catalogada como zona asísmica, el relieve alto apureño por cercanía a la depresión andina siempre ha sido propenso a estos movimientos de las capas de la tierra. El suceso quedaría registrado por el Centro Sismológico Internacional (ISC).


Como dato curioso pero en el contexto. En los primeros días de septiembre de 1954, arribaría don Publio Sánchez a Guasdualito con el reloj para la iglesia Nuestra Señora del Carmen, donado por el italiano Vincezo Guarino, como un gesto de querencia por la patria chica en donde se reinjertaron sus raíces mediterráneas. El traslado lo realizaría don Publio desde San Cristóbal en un camión de su propiedad. En sus memorias rememora el hecho:


Había adquirido mi propio camión con doce mil bolívares que era plata, pero yo saqué de las utilidades que me pagaron y lo compré. Casi siempre acarreaba cebollas, papas y alimentos, pero un día comentaron que había que llevar un reloj para la iglesia de Guasdualito, y dice Hortensia de Aponte, la sobrina de don Pancho: "Ahí está don Publio Sánchez que te puede llevar ese reloj", me saludó y me dijo: "Aquí están las cajas". Ese montón, eran treintidós cajas. ¿Si caben en el camión?". No podía ser mejor, todo era liviano, me habían indicado "no meta más carga porque esto es muy delicado". Me pagaron muy bien el flete y además la máquina la iba a armar un técnico traído desde Italia. En el pueblo toda la gente esperaba la llegada del reloj como un genuino acontecimiento, miraron, estudiaron y supervisaron cada paso del mes que duró la instalación”. (Sic)


Es de suponer que en un poblado con ardorosa fe católica resultaría todo un acaecimiento la llegada del péndulo manivélico. Sin embargo, para su instalación surgirían diferencias entre las autoridades religiosas, civiles y pobladores, debido a que por sugerencia del experto de la empresa fabricante Alessano Co, por el sobre peso de las piezas metálicas (100 Kg/U), era preferible ensamblarlo en una torre de concreto, y no en la torre de madera que para el momento tenía el oratorio. En vista de la situación -no sin antes de una buena y acalorada discusión- se acordó con bandera de paz, posponer la instalación mientras se construía la nueva torre de argamasa. Pasados unos días, el día domingo 17 de septiembre, siendo las 09:45 am, se estremecerían las frágiles casas con el fuerte temblor telúrico. En la iglesia, el recordado y universal Fray Heraclio Aragón, quien había llegado en sustitución de Fray Juan de Jesús Rojas, tendría su bautismal de fe, interrumpiría su homilía por un afanoso convencimiento a los fieles que aquello no era el fin del mundo. Pasaría el temblor, pero quedaría el susto y junto con él el folklorismo de que la sacudida había sido un castigo de la Mariana del Monte Carmelo, por no instalarle su reloj, ya sería el avanzado Guillermo Gutiérrez (padre de Armida Gutiérrez) quien finalmente y, para tranquilad de los guasdualitenses, el encargado de instalar exitosamente la valiosa pieza en el santuario. Don Carmelo Fulco con ascendencia latina, recordaría el suceso con su peculiar sentido del humor, para el rimador popular el estremecimiento se debía a una carrera de dantas tras un báquiro por la vieja calle real, de allí un verso suyo:


La gente es como inocente

y por nada se alborota.

Dicen que la tierra tiembla,

palabras bien pendejotas.

Eran dantas que corrían

tras un báquiro con botas.


Los niños de aquella generación criolla como Nancy Contreras, Exer Fulco, Marcos Eduardo Hernández, incluyendo a otros impúberes vinculados en consanguinidad con rancias familias, entre ellas: Vallé, González, Barrios, Fontana, Bocaranda, Galvis, Barreto, Padilla, Ramos, Zapata, Rincones, Braidi, Michelangellis, Dugarte y Arias, por mencionar solo algunas, serian testigos alsalcianos de algunas sacudidas sísmicas en el Guasdualito de los años 60, una época sana, perpetua e impoluta, entallada con beneplacito en las clarividencias de esas proles; cuando todo era distinto, cuando todo era tan sano, cuando mi pueblo de entonces era un bonito poblado, los tiempos de Casimiro y Cabanerio Cipriano, el tiempo no se detiene, solo queda recordarlo; y si me ponen a escoger entre el pueblo que hoy miramos y el Guasdualito de ayer, me quedo con el antaño.

Barrio Obrero, Guasdualito-Apure

Guasdulaito del ayer, hoy Av. Miranda.



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